quinta-feira, 27 de agosto de 2015

OS 25 ARGUMENTOS EM DEFESA DA MONARQUIA (ESPANHOLA) PARTE II



13. Libertades garantizadas:
Según el “Central Intelligence Agency’s World Factbook”, los sistemas monárquicos      son los que mejor y más garantizan las libertades dentro de una democracia avanzada. Como ejemplo, señalan los casos delas Monarquías española y británica, que cuando mantenían sus colonias de África y América (en el caso de España, sus Provincias de Ultramar), garantizaban unas libertades que tras la llegada de sus independencias dejaron de existir. Esto es un hecho contrastado, real e histórico.

14. Políticas al servicio del pueblo y no de intereses particulares: 
Mientras que los partidos en una república      disponen solamente de una legislatura y en ella generalmente tienden a buscar su interés personal porque saben que se les acaba a los pocos años  y tras dichos años no tendrán obligación de enfrentarse a sus resultados, un Rey constitucional lo es durante un plazo muchísimo mayor, por tanto siempre tiende a tratar de encontrar políticas que beneficien a la población con visión en el largo plazo, puesto que no tiene un periodo de reinado pactado y siempre deberá asumir las consecuencias de lo que haga en el ejercicio de su cargo.

15. El sentido democrático de un Rey:  
El Rey de España representa a todos los españoles sin excepción, lo cual es intrínsecamente lo más democrático que hay.  Mientras que los partidos políticos que gobiernan son elegidos en las urnas en pugna con sus enemigos y, cuando salen elegidos, siempre defienden más los intereses de la parte de la      población que les ha elegido que los de la parte que ha votado en su  contra, un Rey siempre defiende por igual a todos los españoles, porque no  está sujeto a una elección cada 4 años.

16. El Rey representa la unidad de España:
Mientras que en la España de hoy conviven un batiburrillo de partidos políticos entre los que se encuentran buenos partidos pero también partidos que pretenden destrozar su unidad, la Monarquía es el nexo común de unión entre todos los pueblos de España. Con la Monarquía tenemos un espacio independiente de los partidos que ofrece consenso, libertad, seguridad, igualdad, solidaridad, estabilidad y por encima de todo, unidad. Lo único que une institucionalmente a España en todos los sentidos es el Rey y, por tanto, la Monarquía.

17. El Rey como cabeza visible: 
Mientras que la presencia de un presidente de gobierno de cualquier país (a excepción, obviamente, de las grandes superpotencias), pasa prácticamente desapercibida en cualquier lugar, el hecho de que el Rey de España o el Príncipe de Asturias estén presentes en cualquier asunto relacionado con la representación de España en cualquier lugar del mundo, aporta a nuestro país un prestigio y un valor incalculable que jamás podrá  aportar ningún político.

18. El Rey desde el punto de vista de los negocios para España: 
Dado el potencial del Rey, su imagen, su llegada  y su agenda, nuestro monarca ha aportado durante sus años de reinado  muchos de los más potentes contratos internacionales para las empresas españolas. Asimismo, ha dejado abiertas infinitas puertas de cara a que nuestros políticos obtengan negociaciones provechosas para los españoles  y su prestigio exterior es el primer aval para la marca España, que cuando va tras del Rey es sinónimo de éxito. De esto dan sobrada fe los embajadores y los Ministros de Exteriores.

19. La libertad del Rey para actuar sin ataduras: 
Mientras que en la actividad internacional, los partidos      políticos siempre deben limitar al fin y al cabo su actuación verdadera a  aquellos otros partidos políticos que les son afines o con quienes  comparten unas políticas similares, el Rey habla, negocia y trabaja en un entorno libre de tendencias políticas, comportamientos influidos por  partidismos y sin tener en cuenta la lucha política. Solo mira por España con seriedad, energía y sin depender de nadie.

20. La Monarquía como valor histórico: 
No todos los países tienen la suerte de tener un pasado tan rico      culturalmente hablando como España. Nuestra riqueza cultural y nuestra historia siempre ha ido de la mano de la Monarquía, y es una suerte poder vincular nuestra riqueza histórica con el mantenimiento de nuestra  histórica Monarquía, que es la Institución que ha traído a España donde está.

21. El Rey como Jefe de las Fuerzas Armadas: 
El hecho de que el Rey sea Jefe de Estado y a la vez de las  Fuerzas Armadas imprime en las mismas un carácter unitario y democrático que nos ha venido siempre muy bien, especialmente en momentos como el 23-F, cuando el Rey asumió con honor dicho cargo y reprimió el Golpe de Estado.

22. Coste de la Monarquía: 
El coste de una Monarquía Constitucional tiende a ser siempre más bajo que el de una      forma de Estado republicana. En el caso español, además, tenemos la Monarquía con el presupuesto más bajo de Europa, solo por encima de Mónaco, y además en la actualidad se trata de un presupuesto expuesto a luz y taquígrafos. A día de hoy, cada español paga aproximadamente 0,20 céntimos de euro al año para el sostenimiento de la Monarquía. Con un cálculo así, e imaginando que el coste de la Monarquía subiera un 3% anual y que dentro de 100 años seamos 60 millones de españoles, esto supondría que la Monarquía costaría a un español, en toda su vida, un total de 101 euros, algo absolutamente ridículo en comparación con lo recibido gracias a la Monarquía. Por poner solo un ejemplo, el coste de la República de Italia ronda los 120 millones anuales y exige un gigantesco dispositivo de      gasto cada pocos años para elegir a un presidente de la República, algo que en España es innecesario.

23. Gastos que evita la Monarquía: 
Con una Monarquía, los españoles ahorramos muchísimo dado su carácter      permanente. En las repúblicas existen costes electorales presidenciales, gastos de presidencia (independientes de los Primeros Ministros), cientos de asesores para Presidente de la República y/o Primer Ministro, personal a su servicio, sueldos vitalicios para ex presidentes, seguridad, escoltas, residencias y muchos otros conceptos.

24. El prestigio del Rey: 
Independientemente de que, como Rey de España, el Rey ostenta una serie de títulos y honores (descritos más abajo), nuestro Rey goza de un prestigio internacional imbatible e inigualable por ningún otro personaje privado o público en España, lo que ayuda a engrandecer la imagen y la repercusión de nuestro país. A nivel personal y en nombre de los españoles, el Rey ha contribuido de manera decisiva a estrechar lazos internacionales con España y a potenciar la unidad de Europa. Nadie en España, en ninguna época de la era moderna, ha ostentado en su persona tanto prestigio internacional. De esa forma, nuestro Rey ha sido distinguido, entre otros muchos, con los siguientes reconocimientos :

Premio Carlomagno (1982)
Premio Félix Houphouët-Boigny para la Búsqueda de la Paz de la Unesco (1995)
Medalla de la Democracia, de la Universidad de Yeshiva (1997)
Premio «Estadista Mundial» de la Fundación Appeal of Conscience (1997)
Premio Estatal de la Federación Rusa (2011)
Sobre su papel en los últimos 38 años, multitud de medios internacionales sean hecho eco permanente, y sobre su labor durante los primeros años de su reinado, medios como la revista Time publicó que el rey Juan Carlos surgió «como uno de los héroes más improbables e inspiradores de la libertad del siglo XX, desafiando un intento de golpe militar que buscaba subvertir a la joven democracia posfranquista de España».

25. Títulos y honores del Rey: 
Los principales títulos y honores que ostenta el Rey y que por tanto engalanan a nuestro   Jefe de Estado en beneficio del lustre de nuestro país, son los siguientes:

Rey de España, de Castilla, de León, de Aragón, de las Dos Sicilias (referido a Nápoles y Sicilia), de Jerusalén, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Mallorca, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdoba, de Córcega, de Murcia, de Menorca, de Jaén, de los Algarves, de Algeciras, de Gibraltar, de las Islas Canarias, de las Indias Orientales y Occidentales y de las Islas y Tierra Firme del Mar Océano.
 Archiduque de Austria.
 Duque de Borgoña, Brabante, Milán, Atenas y Neopatria.
 Conde de Habsburgo, Flandes, el Tirol, el Rosellón y Barcelona.
 Señor de Vizcaya y Molina.
 Rey de Hungría, Dalmacia y Croacia
 Duque de Limburgo, Lotaringia, Luxemburgo, Güeldres, Estiria, Carniola, Carintia y   Württemberg
 Landgrave de Alsacia
 Príncipe de Suabia
 Conde Palatino de Borgoña
 Conde de Artois, de Hainaut, de Namur, de Gorizia, de Ferrete y de Kyburgo
 Marqués de Oristán y de Gocíano
 Margrave del Sacro Imperio Romano y de Burgau
 Señor de Salins, Malinas, la Marca Eslovena, Pordenone y Trípoli.
 Rey Católico (o Su Católica Majestad)
 Capitán General de las Fuerzas Armadas, de las que ostenta el mando supremo.
 Soberano Gran Maestre de la Insigne Orden del Toisón de Oro.
 Gran Maestre de la Real y Distinguida Orden de Carlos III.
 Gran Maestre de la Orden de Isabel la Católica.
 Gran Maestre de la Orden del Mérito Civil.
 Gran Maestre de la Orden de Alfonso X el Sabio.
 Gran Maestre de la Orden de San Raimundo de Peñafort.
 Gran Maestre de las órdenes militares de Montesa, Alcántara, Calatrava y Santiago, así como de otras órdenes militares menores o condecoraciones de España.
Bailío Gran Cruz de Honor y Devoción de la Soberana Orden de Malta.
Bailío Gran Cruz de Justicia de la Orden de Constantino y Jorge de Grecia.
Caballero de la Orden de San Javier, la Orden de San Jenaro, la Orden de la Anunciada, la Orden de la Jarretera y Orden del Imperio Británico (desde 1988).
Gran Collar de la Reina de Saba y la Dinastía de Reza de Irán.
Gran Cordón de la Suprema Orden del Crisantemo de Japón.
Gran Cruz de la Legión de Honorde Francia y de la Orden Nacional del Mérito.
Hermano Mayor de la Hermandad del Santo Entierro de Sevilla y de las Reales Maestranzas de caballería de Ronda, Granada, Valencia, Sevilla y Zaragoza.

FONTE: goo.gl/MSP3zn

VIVA EL REY!
VIVA ESPAÑA!

OS 25 ARGUMENTOS EM DEFESA DA MONARQUIA (ESPANHOLA) PARTE I

Seguem simples pontos em defesa da monarquia espanhola que, na verdade, 
serve para a defesa do sistema monárquico em si.


AS 25 RAZÕES
(em espanhol original do texto)

Hoy me gustaría enumerar veinticinco de las principales razones por las que creo que todos los españoles deberíamos apoyar sin ambages a nuestra Monarquía. La deriva hacia la mediocridad de la sociedad española durante los últimos lustros me preocupa, y veo con perplejidad que dicha deriva va indisolublemente acompañada de un aumento del número de ciudadanos que, a menudo desde su ignorancia, se declaran republicanos…

Aunque para algunos no sea algo fácil de comprender, yo considero que ser republicano en España es como ser negro en la Virginia de principios del XX, “stripper” en el Sultanato de Omán de nuestros días, o nativo en las tardías colonias inglesas del Caribe. Y es que, a pesar de los errores que cualquiera puede cometer en momentos puntuales (humanos somos todos), todos los españoles deberían conocer, defender y ensalzar las virtudes innegables de una Monarquía que aporta a España incontables beneficios que solo un tonto o un imprudente puede despreciar.

1. Diplomacia permanente: 
Si bien los Ministros de Exteriores cambian permanentemente, así como los embajadores y los cónsules, la figura del Rey es la de un diplomático permanente y de superior importancia para España. No existe ningún país extranjero, ningún presidente de gobierno, ninguna institución relevante que valore más en sus relaciones a un Ministro o a un embajador que al Rey de España. Como se suele decir, el Rey es el primer diplomático de España. Esta labor de diplomático, la ha ejercido el Rey en infinitas ocasiones, tanto por indicación de los gobiernos de turno como de manera discreta y sin hacerlo saber a los españoles, provocando con ello un      impagable beneficio para España que conocen muy bien los políticos y los diplomáticos de dentro y fuera de España, pero que por desgracia el ciudadano de a pie a veces desconoce y llega incluso a menospreciar.

2. La figura personal del Rey: 
La figura del Rey en el ejercicio de sus funciones trasciende la de cualquier otra persona o institución y se convierte en un baluarte nacional que transmite un halo y una imagen inalcanzables por ningún político. Ejerce de “imán” de cara a los intereses de España por el mero hecho de existir, de pertenecer a una gran dinastía, a un gran país de trayectoria monárquica y por el hecho de hacer las cosas bien.

3. Imprescindible en las relaciones con determinados países: 
Si bien a veces pensamos que somos el ombligo del mundo y que las políticas de todos los países son como la del nuestro, en el mundo hay países de una importancia grandísima para los intereses de España y cuyos gobiernos o Reyes solo aceptan hablar con otros Reyes o bien sus gobiernos otorgan un valor muy diferenciado y muy mejorado al trato con un Rey, en detrimento del trato con un presidente del gobierno. Por ejemplo, países estratégicamente cruciales como  Arabia Saudí o Marruecos solo firman los grandes acuerdos con el Rey (a quien consideran su “hermano”), y en países como Tailandia (con el Rey Bhumibol), su Rey solo habla de tú a tú con otro Rey.  Además, muchos países del mundo otorgan prioridad a las relaciones de larga duración, prefiriendo siempre a un monarca que a un presidente que cada 4 años cambia de cara.   En virtud de todo lo anterior, hemos visto cómo el Rey Juan Carlos ha aportado a España y a sus empresas e instituciones innumerables acuerdos, contratos, adjudicaciones y los más variados beneficios.

4. Relación con Hispanoamérica, próxima gran potencia mundial: 
Por motivos históricos evidentes, y también a partir del esfuerzo personal del Rey desde 1978, todos los países de América Latina tienen una especial vinculación con España. De esta forma, nuestra relación con este área del mundo de gigantesca importancia se ve      muy beneficiada, siendo España la única nación europea en estar plenamente integrada en las más importantes cumbres regionales, donde dada la “entrada” del Rey y su importancia simbólica en esta confraternidad de países, siempre se le sitúa en una posición prioritaria y se le da más importancia que al resto de los asistentes (entre los cuales también suele estar el presidente del gobierno español, a quien se sitúa en una posición secundaria y alejada de la del Rey) . Además el Rey ha favorecido muchos delos más grandes acuerdos políticos y empresariales de España en dichos países del mundo.

5. Figura de última instancia: 
Aunque en una Monarquía Parlamentaria el poder efectivo recae sobre el Congreso y no sobre el Rey, Don Juan Carlos puede ejercer en un momento dado su poder de intervención en la pugna política, algo que provoca que mejore el clima político por temor a que  intervenga. Cuando ha intervenido, como por ejemplo en el por todos  conocido 23-F, ha sido una intervención definitiva.

6. Recuperador y restablecedor de relaciones: 
En muchas ocasiones, las relaciones entre los políticos o las      instituciones se vuelven tensas o se deterioran por la mala actuación de nuestros políticos o de los de enfrente. En estos casos, el Rey tiene la  capacidad de mediar y actuar de juez y pacificador entre las partes. Lo ha hecho mil veces entre distintos políticos españoles de distintas regiones y lo hizo, por citar un solo ejemplo, cuando el presidente Zapatero provocó un conflicto diplomático ni más ni menos que con EEUU al no levantarse al paso de su bandera en el desfile de las FFAA del 12 de Octubre. La relación del Rey con la familia Bush fue, en este caso, la que hizo que el agua volviera a su cauce y España no se viera demasiado perjudicada por la mala actuación de un político sin experiencia.

7. Permanencia: 
A diferencia de los  gobiernos de turno, que duran una o pocas legislaturas y cambiar radicalmente de signo (con todos los beneficios y también perjuicios que ello ocasiona), la Monarquía parlamentaria permite que el Jefe del Estado sea el mismo por mucho tiempo, lo que provoca necesariamente que el Rey tenga una relación permanente, duradera y por tanto más estable con España y con el mundo. No hay nadie en España que tenga la agenda de contactos y de relaciones que tiene el Rey, que en 36 años ha conocido y creado una fuerte relación, por ejemplo, con 8 presidentes de EE.UU. Una figura tan permanente otorga a España una estabilidad e influencia que no consigue ninguna figura política.

8. Formación y potencial del heredero:  
La Monarquía parlamentaria es hereditaria y la Jefatura del Estado recae  por ley en el heredero al Trono. Esto hace que, desde su mismo nacimiento, el Príncipe de Asturias sea formado exclusivamente para lalabor que el día de mañana desempeñará. Desde que nace, el Príncipe aprende idiomas, se      educa correspondientemente, aprende el protocolo necesario, desarrolla su agenda, ejercita sus capacidades y aprende sus responsabilidades de tal manera que cuando accede al poder lo hace tras toda una vida de aprendizaje y por tanto con unas posibilidades infinitamente mayores de éxito que aquellas que tiene un político que en la mayoría de las ocasiones ni siquiera sabe inglés o tiene una formación más que mediocre.

9. Utilidad recurrente de la Monarquía: 
La principal cualidad de la Monarquía parlamentaria es su utilidad      recurrente ante muy distintas situaciones. En España, la Monarquía actual ha demostrado su utilidad como figura neutral frente a los partidos e idearios. La figura del Rey encarna la imagen del Estado y es símbolo de su permanencia y de su estabilidad a pesar de los cambios de rumbo políticos e ideológicos. Son incontables los servicios que el Rey ha prestado a España, en muchas ocasiones sin el conocimiento de la gente y otras muchas veces de forma oficial.

10. El inigualable valor del Rey como símbolo: 
Solo los incautos y los tontos desprecian los símbolos y el Rey es por encima de todo un símbolo que encarna por sí solo y sin necesidad de mayor explicación el enlace entre la historia del país y su presente, con todo lo que ello conlleva. Este poder simbólico equilibra el país, certifica y representa su unidad bajo la figura de un Rey común y, entre otras cosas, reprime en gran parte cualquier deseo o aspiración      desproporcionada de determinados políticos incultos o corruptos.

11. Crecimiento y poder económico: 
A pesar de que algunos acusan a la Monarquía de ser un símbolo obsoleto que hace retroceder al país, es un hecho que 7 de los 10 países más ricos del mundo son Monarquías Constitucionales (fuente: Brussels Almanac). Además, las Monarquías europeas copan el ranking de la CIA en  cuanto a su poderadquisitivo PPP (Purchasing Power Party), y 19 de los 30 primeros países del mundo son asimismo  Monarquías constitucionales. Además, en zonas del mundo en gran crecimiento como el Medio Oriente, los dos países más ricos son Monarquías (Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí). Para colmo, el país más rico de Asia, Japón, también es una Monarquía constitucional.

12. Descenso de la corrupción bajo una monarquía: 
A pesar de que España hoy en día sufre como nunca la      corrupción política, en términos de forma de Estado seguimos estando en la  franja baja en cuanto a corrupción de Estado se refiere. Y es que según el índice de corrupción “Transparency International”, dice claramente que las 10 naciones menos corruptas del planeta son Monarquías Constitucionales.

FONTE: goo.gl/MSP3zn

VIVA EL REY!
VIVA ESPAÑA!

quarta-feira, 26 de agosto de 2015

GOVERNO PROVINCIAL E REGIONAL

Rio de Janeiro, uma metrópole e a capital imperial, 1889 (região sudeste). 
Todas as províncias tinham grande autonomia em relação ao governo nacional.

Quando promulgada em 1824 e antes da emenda constitucional de 1834, a Constituição Imperial criou o Conselho Geral de Província, o legislador das províncias. Este conselho era composto por 21 ou 13 membros eleitos, dependendo do tamanho da população da província. Todas as "resoluções" (leis) criadas pelos conselhos precisavam da aprovação da Assembleia Geral, sem direito de recurso. Os Conselhos Provinciais também não tinham autoridade para aumentar as receitas e os seus orçamentos eram debatidos e ratificados pela Assembleia Geral. As províncias não tinham autonomia e eram inteiramente subordinadas ao governo nacional. Com a emenda constitucional de 1834, conhecida como "Ato Adicional", os Conselhos Gerais de Províncias foram suplantados pelas Assembleias Legislativas Provinciais. As novas Assembleias gozavam de uma autonomia muito maior em relação ao governo nacional. A Assembleia Provincial era composta por 36, 28 ou 20 deputados eleitos, número que dependia do tamanho da população da província. A eleição de deputados provinciais seguia o mesmo procedimento usado para eleger deputados gerais para a Câmara dos Deputados. 

As responsabilidades da Assembleia Provincial incluíam definir orçamentos e cobrar os impostos necessários para financiar as provinciais e os municípios, proporcionar o ensino primário e secundário (o ensino superior era de responsabilidade do governo nacional), de fiscalizar e controlar os gastos provinciais e municipais e prever a aplicação da lei e a manter as forças policiais. As Assembleias também controlavam a criação e extinção de salários para cargos nos serviços públicos estaduais e municipais. A nomeação, suspensão e demissão de funcionários públicos era reservada para o presidente (governador) da província, mas como e em que circunstâncias ele poderia exercer estas prerrogativas era algo delineado pela Assembleia. Em suma, a Assembleia Provincial podia decretar qualquer tipo de lei sem a ratificação do parlamento brasileiro, desde que tais leis locais não violassem ou invadissem a constituição. No entanto, as províncias não eram autorizadas a legislar nas áreas do direito penal, leis processuais penais, direitos e obrigações civis, forças armadas, orçamento nacional ou questões relacionadas com os interesses da nação, como as relações internacionais.

Os presidentes das províncias eram nomeados pelo governo nacional e eram, em teoria, acusado de governar a província. Na prática, porém, o seu poder era intangível, e variava de província para província baseado em um grau relativo de influência pessoal e de caráter pessoal de cada presidente. Como o governo nacional queria garantir que eles fossem leais, os presidentes eram, na maioria dos casos, enviados para a província em que eles não tinham laços políticos, familiares ou de outros tipos. Para impedi-los de desenvolver quaisquer interesses ou apoios locais fortes, os presidentes eram limitados a um mandato de apenas alguns meses no cargo. Como o presidente geralmente passava grande parte do tempo longe da província, muitas vezes viajando para sua província natal ou para a capital imperial, o governador de facto era o vice-presidente, que era escolhido pela Assembleia Provincial e normalmente era um político local. Com pouco poder de minar a autonomia provincial, o presidente era um agente do governo central, com pouca função além da de transmitir os seus interesses com os chefes políticos provinciais. 

A Câmara Municipal (conselho municipal) era o órgão de governo nas cidades e já existia no Brasil desde o início do período colonial, no século XVI. A câmara era composta por vereadores e o número deles dependia do tamanho da cidade. Ao contrário do Conselho Geral Provincial, a Constituição deu aos conselhos municipais grande autonomia. No entanto, quando as Assembleias Provinciais substituíram o Conselho Geral Provincial em 1834, muitos dos poderes das câmaras municipais (como a definição dos orçamentos municipais, a fiscalização das despesas, a criação de postos de trabalho e a nomeação de funcionários públicos) foram transferidos para o governo provincial. Além disso, todas as leis promulgadas pelo conselho da cidade passaram a precisar da ratificação da Assembleia Provincial, mas não do Parlamento. Enquanto o Ato Adicional concedeu maior autonomia para as províncias do governo central, ele também transferiu a autonomia dos municípios para os governos provinciais. Não havia o cargo de prefeito e as cidades eram governadas por um conselho municipal e seu presidente era o vereador que tinha ganhado a maioria dos votos durante as eleições.

Acusam, erroneamente, o Império de ser centralizador, e que a república teve o federalismo como um dos grandes avanços, porém "não enxergam" (ou faltam com a verdade) que a maneira que "centralizadora" do Império era necessária para manter a unidade e os territórios brasileiros, isso impediu o separatismo e políticas que pensavam na nação. Além de que, depois de abolida a escravidão e com o país em pleno desenvolvimento, o último Gabinete do Império, o de Ouro Preto, já visava políticas avançadas tais como federalismo (já necessário e "tranquilo" de fazer pois o separatismo estava de lado), fim da religião oficial e tantos outros pontos pró ex-cativos (muitos dados pelo Senador Dantas). Para finalizar, compare as ideias da Princesa Dona Isabel com a "Era Progressiva" dos EUA, praticamente iguais e foi essa era que ajudou a alavancar os EUA no teatro das nações... e no Brasil foram deixadas de lado pela república, pois esta só visava agradar os escravocratas e revanchistas que tomaram o poder no Golpe de Estado de 1889. 

Mas, claro, a república esconde isso, afinal, sem a doutrinação e a mentira, ela não se mantém.

Uma geral da Capital Imperial do Brasil, o Rio de Janeiro

FONTE:

  1. DOLHNIKOFF, Miriam. In: Miriam. Pacto imperial: origens do federalismo no Brasil do século XIX (em português). São Paulo: Globo, 2005.



terça-feira, 25 de agosto de 2015

O EXÉRCITO IMPERIAL

O Brasão histórico do Exército brasileiro e o atual, respectivamente

O Exército Imperial durante a monarquia era dividido em dois ramos: o de 1ª Linha, que era o Exército de fato; e o de 2ª Linha, formado pelas antigas milícias e ordenanças herdadas dos tempos coloniais. Com a recusa das tropas portuguesas nas províncias da Bahia, Maranhão, Pará e Cisplatina em aderirem à independência, o Imperador Dom Pedro I reorganizou as tropas a sua disposição para o conflito iminente. A maior parte dos militares sediados no país - inclusive os naturais de Portugal - permaneceram leais ao Imperador, que pode dispor de tropas, equipamento e bases para as operações de guerra. Assim, durante a Guerra da independência, a força terrestre combateu eficazmente no norte/nordeste e no então extremo sul do Brasil (hoje Uruguai), derrotando as tropas leais a Portugal. Em 1824 o efetivo do Exército de 1ª Linha era de 24.000 homens disciplinados, treinados e equipados tão bem quanto os seus equivalentes europeus. Com o término da guerra de Independência, as Forças Armadas Brasileiras já estavam efetivamente bem organizadas e equipadas. Isto ocorreu graças principalmente ao Imperador Dom Pedro I que sempre admirou e respeitou a carreira de armas.

No Segundo Reinado...

A vitória dos liberais com a abdicação de dom Pedro I resultou na diminuição do efetivo do Exército. Os liberais eram contra o exército por razões ideológicas e econômicas. Tudo o que desejavam era "dispersá-lo, dissolvê-lo, deportá-lo para os confins”. O objetivo era eliminar qualquer possibilidade de retorno de dom Pedro ao Brasil, eliminando, portanto, uma das instituições mais ligadas ao ex-Imperador. Vários batalhões foram dissolvidos e outros transferidos para as províncias mais distantes. A maior parte dos soldados foi dispensada, o alistamento foi suspenso e foi proibida a promoção de qualquer oficial. Em 30 de agosto de 1831, a regência liberal reduziu o efetivo do Exército para menos de 10.000 homens e pouco tempo depois para apenas 6.000.

O resultado da desmobilização do Exército e da opção por uma força armada sem preparo militar (Força Nacional) algum logo se fizeram sentir, se constituindo num dos vários motivos do governo central no Rio de Janeiro, ser incapaz de sufocar de pronto as diversas rebeliões, muitas de caráter republicano, que ocorreram pelo país durante o período regencial. Destas, se destacam a Balaiada, a Cabanada, Cabanagem, a Guerra dos Farrapos, o levante Malê e a Sabinada. 

Período regencial, conhecido como o "período republicano do Império" pois não havia Imperador no Trono... foi a primeira "experiência republicana" brasileira e foi um GRANDE sinal de que a república seria um caos... dito e feito.


A eleição do conservador Pedro de Araújo Lima para o cargo de regente em 1837 mudou a situação completamente. O Partido Conservador restaurou o Exército, reorganizando-o e reequipando-o e aumentou o seu efetivo para 18.000 homens. O Exército Imperial angariou seguidas vitórias aniquilando as revoltas provinciais. No começo da década de 1840, uma nova reestruturação no Exército tornou-o mais coeso e combativo. O Exército Imperial tinha em 1851 mais de 37.000 homens e participou da Guerra do Prata, onde derrotou a Confederação Argentina com a colaboração de tropas uruguaias e de rebeldes argentinos.

Após alguns anos “deixado de lado”, a nomeação do marquês de Caxias como comandante das tropas brasileiras em operação no Paraguai em meados de 1866 revolucionou completamente o Exército Imperial. Dos 18 mil homens no país em 1865, o Exército passou a ter 67.365 em 1866, 71.039 em 1867 e 82.271 em 1869. Caxias reorganizou as tropas que receberam uniformes, bagagem e equipamentos tão bons quanto os do Exército Prussiano. O serviço de Saúde prestado as forças armadas tinha qualidade pouco inferior ao que existiu na Guerra de Secessão dos Estados Unidos e superior ao da Guerra da Criméia.

O conflito armado durou mais de cinco anos e custou a vida de 50.000 brasileiros, mas o Império saiu vitorioso e manteve sua supremacia sobre a América Latina. Foram mobilizados 154.996 homens para o Exército Imperial durante toda a guerra, divididos da seguinte maneira: 10.025 militares do Exército que estavam no Uruguai em 1864, 2.047 que se encontravam na província do Mato Grosso, 55.985 Voluntários da Pátria, 60.009 Guardas Nacionais, 8.570 escravos libertos e outros 18.000 Guardas Nacionais que permaneceram em território nacional para defendê-lo. O governo imperial destinava cerca de 30% do orçamento para o Exército e Armada no ano fiscal de 1873-74.

A partir da década de 1880, surgiu uma nova geração de militares turbulentos e indisciplinados. Os antigos militares monarquistas, como Luís Alves de Lima e Silva (duque de Caxias), Polidoro da Fonseca Quintanilha Jordão (visconde de Santa Teresa), Antônio de Sampaio, Manuel Marques de Sousa (conde de Porto Alegre) e Manuel Luís Osório (marquês do Herval) haviam falecido. Os cadetes aprendiam o Positivismo na Escola Militar e ignoravam por completo qualquer instrução militar. Tanto a geração que sucedeu aos militares monarquistas como a mais nova formada por oficiais de baixa patente defendiam a implantação de uma ditadura militar. Os ativistas republicanos incentivaram o comportamento indisciplinado de uma parcela dos militares do Exército durante os anos de 1887 e 1888 alegando falta de atenção e consideração por parte do governo as Forças Armadas. Em 1888, cerca de 19% do orçamento era destinado as Forças Armadas. Apesar do percentual ter diminuído quanto a receita em geral, o valor real ainda assim aumentou de em torno de 27.000:000$000 no ano fiscal de 1873-74 para cerca de 30.400:000$000 em 1888. A inflação no período monárquico era extremamente baixa. 

Em 1899, já no período republicano, o orçamento destinado ao Exército era apenas um terço do valor de 1889.

VAMOS RESTAURAR O BRASIL!

A Reação militar contra o 15/11/1889.

Em 15 de Novembro de 1889 a monarquia foi derrubada por tropas do Exército lideradas pelo marechal Deodoro da Fonseca, que se tornou o líder da primeira ditadura brasileira. Um dos líderes dos militares revoltosos, marechal Câmara (visconde de Pelotas) afirmou que cerca de 20% do efetivo do Exército Imperial apoiou o golpe de Estado. Nos dias seguintes diversos batalhões do Exército espalhados pelas províncias do país participaram de confrontos armados com o intuito de impedir o golpe. Um exemplo foi o do 25º Batalhão de Infantaria que se encontrava em Desterro (atual Florianópolis) e atacou o Clube Republicano em 17 de novembro de 1889. Um mês depois em 18 de dezembro no Rio de Janeiro foi a vez do 2º Regimento de Artilharia. Militares monarquistas participaram da Revolução Federalista ocorrida em 1893 com o intuito de restaurar o Império. Os que não faleceram nas batalhas, foram presos, deportados ou fuzilados.


FONTES:
  1. JANOTTI, Maria de Lourdes Mônaco. Os subversivos da República. São Paulo: Brasiliense, 1986, p.17
  2. VERSEN, Max von. História da Guerra do Paraguai. Belo Horizonte: Itatiaia, 1976, p.99
  3. HOLANDA, Sérgio Buarque de. História Geral da Civilização Brasileira: Declínio e Queda do Império (2a. ed.). São Paulo: Difusão Européia do Livro, 1974, p.255
  4. SOUZA, Adriana Barreto de. Duque de Caxias: o homem por trás do monumento. Rio de Janeiro: Civilização Brasileira, 2008, p.209
  5. NABUCO, Joaquim. Um Estadista do Império. Volume único. 4 ed. Rio de Janeiro: Nova Aguilar, 1975, p.59
  6. PEDROSA, J. F. Maya. A Catástrofe dos Erros. Rio de Janeiro: Biblioteca do Exército, 2004, p.229
  7. VAINFAS, Ronaldo. Dicionário do Brasil Imperial. Rio de Janeiro: Objetiva, 2002, p.318


sábado, 22 de agosto de 2015

GASTOS PÚBLICOS: MONARQUIA X REPÚBLICA


Durante quatro séculos o Brasil se beneficiou da forma de governo monárquica e isto lhe assegurou dimensões continentais, povoamento, desenvolvimento e prestígio internacional. Basta lembrar que as fronteiras do Brasil foram definidas em 1494, pelo Tratado de Tordesilhas, antes mesmo de descoberto pela esquadra de Pedro Álvares Cabral, em 22 de abril de 1500. E lembrar também que em 1750 o Tratado de Madri ratificou as fronteiras brasileiras, expandidas largamente para oeste, adquirindo dimensões territoriais já muito próximas das atuais. A evidência histórica desse fato é um dos marcos de pedra das novas fronteiras do Tratado de 1750, que se encontra na cidade de Cáceres, no Mato Grosso do Sul. Contudo, há pouco mais de um século, o Brasil vem experimentando amargamente a forma de governo republicana, que lhe tem garantido uma sequência interminável de desilusões, descontinuidade política e dilapidação dos cofres públicos.

Mas, qual a razão para essa diferença flagrante entre o prestígio do Brasil monárquico e o desprestígio do Brasil republicano? Comparando-se Monarquias e República é possível verificar facilmente que as Monarquias são mais austeras em seus gastos do que as Repúblicas. Isso é uma realidade, mesmo diante da pompa com que as Monarquias normalmente se apresentam. Palácios suntuosos pesam pouco no bolso dos contribuintes, pois já fazem parte do patrimônio nacional há séculos. Mas não é apenas por isso, já que as Repúblicas são mais dispendiosas, mesmo quando seus governantes ocupam palácios de monarcas destronados. A razão de as Monarquias serem muito mais austeras reside em dois fatores fundamentais: uma é a moralidade elevada dos monarcas e o outro é o mecanismo de transmissão do poder. O primeiro fator denota a sadia formação da consciência moral da pessoa e o segundo denota a sólida formação da estrutura política e social de um país.

Se considerarmos também que o papel da Monarquia é elevar o conjunto social, fica fácil compreender que a condição indispensável para isso é justamente a integridade elevada do Monarca, que por sua vez influencia profundamente a moralidade de seu povo. Evidentemente na República a probidade dos governantes também é condição indispensável para uma administração austera. Contudo, essa austeridade fica profundamente prejudicada justamente em função do mecanismo de transmissão do poder na República não favorece nem a moralidade elevada do governante, nem a dos cidadãos.

Na República, o declínio vertiginoso da moralidade é sistematicamente alimentado pela engrenagem de transmissão do poder. A transmissão do poder eleitoral e transitório abre espaço a todo tipo de oportunismo, levando governantes medíocres a se preocuparem apenas com interesses pessoais ou, quando muito, com interesses de seu partido, em notório prejuízo do povo e do bem comum.
É possível constatar com facilidade que as Monarquias são realmente mais austeras que as Repúblicas. Tomemos como exemplo dois países vizinhos, fazendo a comparação entre a Monarquia espanhola e a República portuguesa: a Monarquia custa, para cada espanhol 0,53 de euro por ano, enquanto a Presidência da República custa 1,58 euro para cada português. O governo espanhol transfere para a Casa Real quase 9 milhões de euros anualmente, enquanto o governo português transfere para a Presidência da República quase 16 milhões de euros.

Apesar de as Monarquias serem mais austeras do que as Repúblicas, existe a falsa impressão de que são mais dispendiosas. Um dos motivos é o pomposo cerimonial da Monarquia inglesa, que devido a seu aparato é a mais cara do entre todas as Monarquias. Mas, ainda assim, seu custo é incomparavelmente menor do que o de uma República. O custo anual da Monarquia inglesa é de US$ 1,20 para cada súdito, o da sueca e da belga US$ 0,77, o da espanhola US$ 0,74, o da japonesa US$ 0,41, o da holandesa US$ 0,32. Em sentido contrário, a República dos Estados Unido onera cada contribuinte em quase US% 5.

Voltando à Inglaterra, os cofres britânicos desembolsaram 37,4 milhões de libras para financiar a Monarquia. Em compensação, as propriedades da Coroa, que pertencem à Rainha e são administradas pelo governo, renderam ao país no ano passado 184,8 milhões de libras.

Outro equívoco comum é a crença de que em uma Monarquia o imposto dos contribuintes é utilizado para custear as extravagâncias da Família reinante. Devemos observar que nem todos os gastos da Monarquia são pagos com dinheiro público, mas somente os inerentes a sua função constitucional. Na Inglaterra isso ocorre, por exemplo, com os Palácios de Buckingham, Hillsborough, Hollyroodhouse, Kensington, St. James e Windsor. Tais palácios pertencem ao Estado e são utilizados para cumprir deveres oficiais pela Família Real. Suas residências particulares de Balmoral e Sandrigham são mantidas com a renda proveniente da herança da Família Real.

É necessário lembrar que nem todos os membros da Família Real têm suas despesas pagas pela Lista Civil, mas apenas a Rainha, o Príncipe de Gales e seus consortes, o Príncipe Philip, Duque de Edimburgo e Camilla, Duquesa da Cornualha. Os filhos da Princesa Margaret, Condessa de Snowdon, e únicos sobrinhos da Rainha Elizabeth II, David Armstrong-Jones, Visconde Linley e Lady Sarah Chatto, em 2006, por exemplo, tiveram que vender jóias e obras de arte para pagar os impostos sobre herança vigentes na Inglaterra.

Esses aspectos de austeridade da Monarquia inglesa são praticamente desconhecidos dos meios de comunicação que não dão a isso a atenção devida.

Por outro lado, na República muitas famílias precisam ser sustentadas. O Jornal Miami Herald fez uma pesquisa em 1992 e constatou que os Estados Unidos naquele ano tiveram um gasto de mais de US$ 20 milhões em pensões de seus ex-presidentes ou de suas viúvas, sem contar as despesas com a proteção oferecida pelo Serviço Secreto, estimadas na época em US$ 18,5 milhões. No Brasil a República não é diferente. Os ex-presidentes brasileiros têm, por lei, direito a empregar oito servidores às custas do erário, além de utilizar dois carros oficiais com motoristas.

O contraste entre gastos da Monarquia e da República brasileiras também é gritante, apesar de arrecadação ter crescido 15 vezes nesse período. O Marechal Deodoro da Fonseca, entretanto, já no dia 16 de novembro de 1889 assinou decreto dobrando renda destinada ao Chefe de Estado para 120 contos de réis mensais. Com os 67 contos de réis D. Pedro II conseguia manter a Família Imperial, palácios e servidores, além de destinar às vítimas da Guerra do Paraguai 30% da todos os seus rendimentos. Pagava também de seu bolso pensão a necessitados e enfermos, viúvas e órfãos, num total de 409 pessoas. Quando, em 1871, partiu para sua primeira viagem ao Exterior, recusou vultuosa verba oferecida pela Assembléia Geral, além de aumento na dotação da Princesa Isabel, por assumir pela primeira vez a Regência. Na ocasião a Assembléia Geral ofereceu um navio de guerra, com escolta de outros três, para viagem do Imperador, que recusou e preferiu seguir viagem em navio de carreira.

De lá para cá, o Brasil republicano cai cada vez mais pelas tabelas. No índice da Transparência Internacional sobre percepção da corrupção, irmã gêmea da roubalheira institucional, nosso país encontra-se em 72º lugar. E quem vem entre os mais honestos? Os primeiros lugares são ocupados por Monarquias: Dinamarca, Nova Zelândia, Suécia, Noruega, Holanda, Austrália, Canadá, Luxemburgo e Inglaterra, entre outros. Dois pequenos fatos mostram que as Monarquias são mais bem avaliadas: quando um incêndio destruiu, em 1992, parte do Palácio de Windsor, a Rainha Elizabeth II fez questão de pagar a reforma com seus próprios recursos; o Rei da Espanha, Juan Carlos, em 1991, doou ao patrimônio público um palácio que recebera de presente do Rei Hussein da Jordânia.

Em suma, Monarquias e Repúblicas evidenciam diferenças de mentalidade diametralmente opostas: enquanto Monarcas visam exclusivamente ao bem de seu povo, Presidentes aproveitam seus mandatos para cobrir os gastos da última eleição e garantir a próxima.

– Artigo escrito pelo Senhor Geraldo Helson Winter e publicado na edição de número 37 do boletim “Herdeiros do Porvir”.

sexta-feira, 21 de agosto de 2015

POR QUE NÃO A REPÚBLICA PARLAMENTARISTA?

Imagine um jogo de futebol, seu time x o adversário, 
você acharia justo que o árbitro fosse escalado ou escolhido pelo time adversário?

Por que não aceitamos uma república parlamentarista, afinal, "república é democracia"...

Não para um e não para o outro, primeiro que "república" não é sinônimo de democracia e não aceitamos a república parlamentar pois temos uma simples razão... Na opção republicana, das duas uma: ou o presidente é eleito indiretamente, como na Itália e na Alemanha, ou diretamente, como na França e em Portugal. A eleição indireta é a única que se afina com a lógica do regime parlamentar. O defeito é que ela tira qualquer realce à figura do chefe de Estado, transformando-o num funcionário público que se renova a cada cinco anos, ou período semelhante. Já a eleição direta confronta o chefe de Estado com o de governo: qual a legitimidade do primeiro-ministro, eleito com 350 votos, diante de um presidente da República aclamado por 35 milhões de votos populares? Trata-se de um sofisma aritmético, mas que causa incríveis danos políticos. A verdadeira resposta é que 35 milhões de votos numa eleição com voto obrigatório e dois turnos significam apenas o que o conselheiro Acácio está farto de saber: que o primeiro colocado teve mais votos que o segundo. No Brasil, parlamentarismo com eleição direta para presidente é a certeza da repetição da década de 60, quando o plebiscito de 1963 determinou o retorno ao presidencialismo. 

Fora que um presidente vem de um partido, esse partido tem uma ideologia "x" que, como os sucessivos e corruptos governos brasileiros comprovam, colocam a defesa do partido e a gana pelo poder à frente dos interesses da nação. Outra, um político faz campanha eleitoral, nessa campanha são promessas e mais promessas, muitas mentiras e demagogia, é fato que (na maioria esmagadora das vezes) o melhor não vence, mas sim aquele que fizer a melhor propaganda, que tiver mais carisma e, claro, essa gente é a gente que sabe enrolar o povo. Para piorar, essas campanhas são caras, afinal querem vencer a qualquer preço, quem é que paga por ela? O povo? Ainda não, nas campanhas surgem os "amiguinhos patrocinadores" que injetam milhões e milhões em propaganda e, claro, vão querer a volta do "favor" depois que o candidato beneficiado é eleito... agora sim, é nesse momento que o povo paga a conta...

Já na monarquia, o Imperador não tem partido, não tem ideologia, como diria S.A.I. o Príncipe Dom Luiz Maria (filho da Princesa Dona Isabel) cognominado "O Príncipe Perfeito" pelo Rei dos Belgas:

"Um soberano tem o tempo diante de si.

Um soberano não tem partido, não tem ambição pessoais distintas da universalidade de Nação, não tem compadres, nem eleitores, não tem bairrismo, nem razão alguma que obrigue a pensar em outra coisa que não seja o bem público, o qual é forçosamente o seu bem pessoal, o dos seus antepassados, o dos seus descendentes, compreendidos com ele, na própria entidade nacional.

Um soberano não é civil, nem militar, mas ambas as coisas, sem preferência por nenhuma delas. É o Imperador ou Rei encarnação viva de toda as inspirações do povo.

Um soberano não é conservador, nem liberal nem socialista. Será uma coisa ou outra, no exercício de seu poder moderador, segundo o exigirem as circunstâncias e o bem do país."

Ou seja, o soberano deve ser o guardião dos símbolos e das tradições nacionais. A vantagem é que, para desempenhar essa função, o Imperador não precisa disputar verbas eleitorais nem se comprometer com sindicatos ou grupos econômicos. Está imune às tentações da corrupção. O que se pede do Imperador é decoro, o que possivelmente exige muitos sacrifícios. Que venha a Coroa e com ela o Poder Moderador, que o Soberano ande por todo o país, não para passear ou fazer "média", mas sim para ver os problemas do povo e, em suas reuniões com o Primeiro Ministro, cobre do governo melhorias nessas áreas. Afinal, "o dever do Soberano é defender o povo dos maus políticos" com já dizia o Imperador Francisco José da Áustria.

S.A.I. o Príncipe Dom Bertrand explica o parlamentarismo de verdade

DEUS SALVE O BRASIL!

A MONARQUIA É O MELHOR PARA O PAÍS

Mário Henrique Simonsen 
foi um engenheiro, economista, professor e banqueiro brasileiro

Muito do que vai acontecer no Brasil neste final de século, assim como nos primeiros vinte anos do século XXI, depende do resultado do plebiscito marcado para 21 de abril de 1993. É importante que a população vote conscientemente nessa consulta realmente fundamental para o país, não a confundindo com a escolha entre duas marcas de sabonete ou de pasta de dentes. É importante que a imprensa discuta mais a fundo o tema, em vez de dar tanta dramaticidade ao dia-a-dia capenga do governo Itamar Franco. De minha parte gostaria de justificar a opção pela monarquia parlamentarista.

De início, presidencialismo, no Brasil, não é democracia, mas uma ditadura de prazo determinado. É incrível que, em 16 de março de 1990, Fernando Collor tenha sequestrado 80% dos ativos financeiros da população brasileira, confiscando boa parte deles com vetores e incidências de IOF, e o Congresso, o Judiciário, a imprensa e as lideranças civis e militares tenham ficado de boca calada. A passividade com que a sociedade brasileira encaixou o ippon presidencial, que na realidade nada mais era do que um golpe baixo, provou um fato inequívoco: somos um povo sem noção do que sejam cidadania e direitos individuais. Dois anos e meio depois a sociedade vingou-se dessa e de outras travessuras do nosso Till Eulenspiegel da política com o processo de impeachment. É igualmente incrível que o vice-presidente Itamar Franco, em quem ninguém votou, possa virar de cabeça para baixo todo o programa de modernização do governo Collor, colocando mais uma vez o Brasil na contramão da História. Itamar não é o primeiro vice-presidente a perpetrar essa façanha de se transformar na antítese do presidente. Café Filho e, sobretudo, João Goulart foram eméritos predecessores.

Collor e Itamar são o exemplo mais recente do que significa o presidencialismo no Brasil. Só que repetem uma história de instabilidade há muito conhecida, já que desde 1945 só um presidente civil conseguiu concluir seu mandato: Juscelino Kubitschek. A moral da história é que presidencialismo, no Brasil, só deu certo com presidentes militares. Como a democracia não pode reservar a presidência para os generais, conclui-se que no Brasil ela não é compatível com o presidencialismo.

O então presidente Collor e seu vice, Itamar

O principal mérito do regime parlamentar é que, ao dissociar a figura do chefe de Estado da de chefe de governo, torna possível uma condição ideal: a de que o governo dure enquanto for bom, substituindo-se sem traumas no momento em que deixar de bem servir. Um bom gabinete pode durar dez ou vinte anos e só será substituído quando os representantes do povo dele estiverem cansados. Provavelmente a melhor organização do parlamentarismo é o sistema alemão. Ele se baseia no voto distrital misto. Metade dos deputados é eleita por distritos, que dividem geograficamente o país. Cada distrito, uma aglomeração de municípios dentro de um Estado ou uma subdivisão de um grande município, elege um único representante para a Câmara. A outra metade é de deputados nacionais, eleitos a partir de listas partidárias. Trata-se, de fato, de deputados biônicos. O eleitor não vota, nominalmente, em nenhum deles, mas apenas na legenda partidária. Conforme o número de votos, cada partido elege um certo número de deputados nacionais. Além disso, o sistema alemão estabelece uma exigência de desempenho partidário: um partido político perde todos os seus votos se não conseguir eleger 5% da Câmara. A vantagem do sistema é que ele força a fidelidade partidária, identifica o eleitor com o eleito na representação distrital e desestimula a formação de uma constelação caótica de pequenos partidos, como existe no Brasil.

Resta discutir por que a opção pela monarquia em vez da república. A razão é simples. Na opção republicana, das duas uma: ou o presidente é eleito indiretamente, como na Itália e na Alemanha, ou diretamente, como na França e em Portugal. A eleição indireta é a única que se afina com a lógica do regime parlamentar. O defeito é que ela tira qualquer realce à figura do chefe de Estado, transformando-o num funcionário público que se renova a cada cinco anos, ou período semelhante. Já a eleição direta confronta o chefe de Estado com o de governo: qual a legitimidade do primeiro-ministro, eleito com 350 votos, diante de um presidente da República aclamado por 35 milhões de votos populares? Trata-se de um sofisma aritmético, mas que causa incríveis danos políticos. A verdadeira resposta é que 35 milhões de votos numa eleição com voto obrigatório e dois turnos significam apenas o que o conselheiro Acácio está farto de saber: que o primeiro colocado teve mais votos que o segundo. De fato, a eleição direta, no caso, é um resquício do parlamentarismo francês, criado por De Gaulle à sua imagem e semelhança. No Brasil, parlamentarismo com eleição direta para presidente é a certeza da repetição da década de 60, quando o plebiscito de 1963 determinou o retorno ao presidencialismo. 

A monarquia oferece o ponto de equilíbrio entre os dois modelos republicanos, o que elege o presidente diretamente e o que o elege indiretamente. O rei é a alternativa entre o presidente emasculado e o ditador potencial. O que se exige do rei é que ele represente com dignidade o Estado. Seus poderes, evidentemente, devem ser limitados como em qualquer monarquia moderna. E o soberano deve ser o guardião dos símbolos e das tradições nacionais. A vantagem é que, para desempenhar essa função, o rei não precisa disputar verbas eleitorais nem se comprometer com sindicatos ou grupos econômicos. Está imune às tentações da corrupção. O que se pede do rei é decoro, o que possivelmente exige muitos sacrifícios da família real, a julgar pelos acidentes na Casa de Windsor. Esse, naturalmente, é o preço que a realeza deve pagar pelo seu status e pelas suas despesas de representação.

(Artigo originalmente publicado na Revista Exame de 06/01/1993)

Durante o Plebiscito de 1993, Simonsen apoiou a monarquia parlamentarista, dando depoimento no horário eleitoral, sendo autor de livros em que demonstra matematicamente a superioridade da monarquia frente à república.

segunda-feira, 17 de agosto de 2015

MONARQUIA, PIB E IDH

S.M. o Rei Harold V da Noruega
Noruega, uma monarquia, o país com melhor IDH e mais democrático do MUNDO

É "engraçado", triste mas "engraçado". Os "antis" (não digo isto dos republicanos sinceros, mas sim do pessoal que é contra por ser do contra) sempre remetem ao fato de que escolhemos o presidente, BOOMM! Somos uma democracia graças a isso (legal, o conceito de cleptocracia, para eles, não existem então), porém, ao que parece, não ligam muito para a estabilidade e desenvolvimento que as monarquias, "ditaduras" pois não se elege o Chefe de Estado (mesmo elegendo todo o corpo executivo e legislativo), garantem aos seus povos. Não custa lembrar que nada menos do que oito dos 12 países com melhor posição no Índice de Desenvolvimento Humano (IDH) das Nações Unidas são monarquias: Noruega (1ª); Austrália (2ª); Nova Zelândia (3ª); Liechtenstein (6º); Holanda (7ª); Canadá (8ª); Suécia (9ª); e Japão (11ª). Todos países com alto grau de desenvolvimento.

Mas, fazer o que, já vi gente falando que quer a liberdade de escolher o presidente, IDH não é tão importante quanto isso...

Neste caso, evidentemente, estamos nos referindo às monarquias constitucionais, aquelas em que o monarca, como a Casa Imperial sempre diz, o cidadão número 1, deve obediência à Lei e à Constituição assim como todos os demais concidadãos. Posto isto, não defendemos regimes absolutistas como as monarquias do Oriente Médio (que, mesmo sendo monarquias absolutas, ainda garantem um ambiente melhor aos cidadãos do que as repúblicas que as cercam).

No Reino Unido, exemplo óbvio quando se pensa em monarquia, o poder do soberano começou a ser restringido há 800 anos, com a Magna Carta. E ficou de vez circunscrito com "The Bill of Rights" da Revolução Gloriosa de 1668/1669, mas isso não quer dizer que S.M. a Rainha não tem poder algum, as Prerrogativas Reais devem ser lembradas. Em comparação, hoje, em pleno século XXI, um presidente à moda brasileira concentra mais poder nas mãos do que qualquer monarca (sendo que alguns sentem-se como o próprio Rei Sol).

Um detalhe importante é que esses oito países listados entre os 12 de melhor desempenho no IDH da ONU não são as nações mais ricas do mundo em termos de Produto Interno Bruto-PIB (conjunto de riquezas produzidas em determinado período por um país), mas ainda assim conseguiram promover altos índices de desenvolvimento e bem-estar social. Note-se que, desses 12 de melhor IDH, curiosamente o de maior PIB (Japão) ocupa a 11ª posição e o segundo de maior PIB, a 10ª colocação (República Federal da Alemanha).

Podemos considerar que um aspecto em comum entre essas oito nações – além, é claro, de serem monarquias constitucionais – está o fato de seus sistemas jurídicos garantirem ampla liberdade individual, valorizando a auto-determinação, e ambiente propício ao empreendedorismo. E isso prova que preocupação social e livre iniciativa - mais do que princípios compatíveis - são condições recíprocas do desenvolvimento.

Essas monarquias são, também, Estados laicos, não obstante a religiosidade de sua população e o próprio fundamento de legitimidade do regime, que remonta a um “direito divino”. Estendendo a elucubração, pode-se dizer que o distanciamento em relação à religião de que gozam hoje significaria maior propensão do Estado a respeitar avanços científicos e a assimilar mudanças sociais - o que de certa forma tem reflexos positivos no IDH.

Quanto ao tamanho de suas economias, sempre é oportuno ressaltar que PIB robusto não é sinônimo de desenvolvimento, mas apenas um de seus pressupostos. O Brasil é hoje a sétima maior economia do mundo, com um PIB de US$ 2,7 trilhões (2010), mas ocupa uma posição medíocre (73º) no IDH. Aliás, está atrás das principais nações latino-americanas, todas elas com um PIB bem inferior ao nosso. Vejamos: Chile (45º no IDH), Argentina (46º), Uruguai (52º), Panamá (54º); México (56º); Peru (63º); e Costa Rica (62º).

Por outro lado, o Brasil alinha-se com seus “colegas” do grupo dos BRICs nos dois aspectos: PIB forte e IDH medíocre. A China, hoje segunda economia do mundo, está na 89ª posição no IDH. Rússia e Índia, também economias emergentes e pujantes, na 65ª e 119ª, respectivamente. Em suma, as condições que ensejam forte crescimento econômico não são necessariamente as mesmas que garantem desenvolvimento social.

De volta às monarquias constitucionais, reconhecer seu valor, não significa propugnar a adoção do regime artificialmente por outros países. Contudo, é de se notar que os que fizeram a independência mantendo-se como Monarquia – casos de Canadá, Austrália e Nova Zelândia, que integram a Commonwealth e têm a rainha da Inglaterra como soberana – tiveram muito sucesso (basta ver novamente a lista do IDH). Outros tentaram imitar e não tiveram o mesmo êxito. Os Estados Unidos, com uma guerra de independência traumática, fundou-se desde o primeiro momento como República. A trajetória política da maior potência do planeta nem sempre foi serena - como prova a sangrenta Guerra da Secessão – mas a estabilidade institucional e a prosperidade alcançadas a partir daí são indiscutíveis.

Uma das razões para a estabilidade institucional, consequentemente, e desenvolvimento das monarquias seria a divisão de poderes e atribuições entre o chefe de Estado (rei) e o chefe de governo (primeiro ministro), sendo o primeiro perene e estabilizador e portador das prerrogativas de Chefe de Estado, e o segundo efêmero, mas executor de fato. A monarquia Constitucional Parlamentarista é um sistema equilibrado, é o sistema de freios e contra-pesos, evitando populismo e demagogia. Quanto às repúblicas parlamentares, as funções são parecidas, porém o presidente que está no lugar do monarca tem vínculos partidários e ideologias que o ajudou a ser eleito, sendo assim, como este poderia ser um árbitro justo e imparcial frente ao andamento político da nação? Fora os "patrocinadores de campanha" que, geralmente, cobram o favor de volta depois do político ser eleito...

O Brasil, que já foi uma monarquia, transfigurou-se em República num golpe de Estado atabalhoado e depois viveu mais de um século de grande instabilidade política. Contudo, ninguém garante que a vida teria sido fácil se mantida a Monarquia. Por sinal, o “Império” enfrentou fortes convulsões sociais e revoltas políticas, além de guerras com vizinhos, porém, o período Imperial também foi marcado por estabilidade sócio-política, combate à corrupção e com política voltada ao desenvolvimento da nação, teve um Imperador sábio e amante do Brasil.

Então, onde está a resposta?  Algum afoito poderá afirmar que mais do que o modelo o que importa é o povo. Difícil dizer, afinal, como já dizia Joaquim Nabuco, "eis o que a república transformou o povo brasileiro, de honesto e trabalhador a "esperto" e corrupto", dentre outros pensadores da época que repetiam, com diferentes frases, a mesma ideia, vide "A Luz do Baile" de Monteiro Lobato.

TEXTO BASE: www.metaconsultoria.com.br/artigos/173-monarquias-pib-e-desenvolvimento

quinta-feira, 13 de agosto de 2015

DE COLÔNIA A REINO UNIDO

Bandeira do Reino Unido de Portugal Brasil e Algarves 

Em 22 de janeiro de 1808 o navio que levava o regente mais duas outras naus aportaram na Baía de Todos os Santos, no Brasil. Mas em Salvador o cais estava deserto, pois o governador, o conde da Ponte, preferiu primeiro aguardar as ordens do príncipe para depois permitir que o povo o recepcionasse. Estranhando a atitude, ordenou D. João que todos viessem como quisessem. Entretanto, para permitir que a nobreza se recompusesse depois de tão penosa jornada, o desembarque foi protelado para o dia seguinte, quando foram recebidos festivamente, em meio a uma procissão, repicar de sinos e a celebração de um Te Deum na Catedral. Nos dias seguintes o príncipe recebeu todos os que o quiseram homenagear, prestando-se ao cerimonial do beija-mão e concedendo várias mercês. Entre elas, decretou a criação de uma aula pública de economia e uma escola de cirurgia, mas sobretudo foi decisiva neste primeiro momento a abertura dos portos às nações amigas, uma medida de vasta importância política e econômica e a primeira de muitas que tomaria para melhorar as condições da colônia. Salvador passou um mês em comemorações pela presença da corte, e tentou seduzi-la para transformá-la em nova sede do reino, oferecendo-se até para construir um luxuoso palácio para abrigar a família real, mas D. João, lembrando aos locais que anunciara a todas as nações sua intenção de fixar-se no Rio de Janeiro, declinou, e prosseguiu viagem. O navio que o levava entrou na Baía de Guanabara em 7 de março, onde encontrou-se com as infantas e outros membros da comitiva, cujos navios haviam chegado antes. No dia 8 finalmente toda a corte desembarcou, encontrando a cidade engalanada para recebê-la. Foram nove dias de celebrações ininterruptas. Um conhecido cronista da época, o padre Perereca, testemunha ocular da chegada, ao mesmo tempo em que lamentava as notícias da invasão da metrópole, já intuía o que significava a corte em solo brasileiro:

"Se tão grandes eram os motivos de mágoa e aflição, não menores eram as causas de consolo e de prazer: uma nova ordem de coisas ia a principiar nesta parte do hemisfério austral. O império do Brasil já se considerava projetado, e ansiosamente suspirávamos pela poderosa mão do príncipe regente nosso senhor para lançar a primeira pedra da futura grandeza, prosperidade e poder de novo império".


Com a corte viera o essencial do aparato de um Estado soberano: a alta hierarquia civil, religiosa e militar, aristocratas e profissionais liberais, artesãos qualificados, servidores públicos. Para muitos estudiosos na transferência da corte para o Rio se iniciou a fundação do Estado brasileiro moderno e deu-se o primeiro passo em direção à sua verdadeira independência. Mesmo que formal e juridicamente o Brasil ainda permanecesse algum tempo como colônia portuguesa, nas palavras de Caio Prado Jr:

"Estabelecendo no Brasil a sede da monarquia, o regente aboliu ipso facto o regime de colônia em que o país até então vivera. Todos os caracteres de tal regime desaparecem, restando apenas a circunstância de continuar à frente de um governo estranho. São abolidas, uma atrás da outra, as velhas engrenagens da administração colonial, e substituídas por outras já de uma nação soberana. Caem as restrições econômicas e passam para um primeiro plano das cogitações políticas do governo os interesses do país".

Com o tempo a fisionomia urbana também começou a mudar, com a construção de inúmeras novas residências, palacetes e outras edificações, e foram implementadas várias melhorias nos serviços e na infraestrutura. Igualmente, a presença da corte introduziu novos padrões de etiqueta, novas modas e novos costumes, incluindo uma nova estratificação social. Entre os ditos costumes, D. João VI continuou no Brasil o antigo cerimonial português do beija-mão, pelo qual tinha grande apreço e que entrou para o folclore, exercendo grande fascínio sobre o povo. Recebia seus súditos todos os dias, excetuando domingos e feriados, que em longas filas, onde se misturavam nobres e plebeus, esperavam para mostrar seu respeito pelo monarca e pedir-lhe mercês. Disse o pintor Henry L’Evêque que "o Príncipe, acompanhado por um Secretário de Estado, um Camareiro e alguns oficiais de sua Casa, recebe todos os requerimentos que lhe são apresentados; escuta com atenção todas as queixas, todos os pedidos dos requerentes; consola uns, anima outros.... A vulgaridade das maneiras, a familiaridade da linguagem, a insistência de alguns, a prolixidade de outros, nada o enfada. Parece esquecer-se de que é senhor deles para se lembrar apenas de que é o seu pai". Oliveira Lima registrou que ele "nunca confundia as fisionomias nem as súplicas, e maravilhava os requerentes com o conhecimento que denotava das suas vidas, das suas famílias, até de pequenos incidentes ocorridos em tempos passados e que eles mal podiam acreditar terem subido à ciência d'el-rei".

Ao longo de sua permanência no Brasil o rei formalizaria a criação de um enorme número de instituições e serviços públicos e fomentaria a economia, a cultura e outras áreas da vida nacional. Todas essas medidas foram tomadas a princípio pela necessidade prática de se administrar um grande império em um território antes desprovido desses recursos, pois a ideia predominante era a de que o Brasil permaneceria como uma colônia, visto que se esperava um retorno da corte para a antiga metrópole assim que a situação política europeia se normalizasse. Entretanto, esses avanços se tornariam a base da futura autonomia do Brasil. Quando Napoleão foi apeado do poder, em 1815, as potências europeias instalaram o Congresso de Viena para reorganizar o mapa político do velho continente. Portugal participou das negociações, mas diante das maquinações inglesas contrárias aos interesses da Casa de Bragança, o regente foi aconselhado a permanecer no Brasil pelo conde de Palmela, embaixador português junto ao Congresso, e pelo poderoso príncipe de Talleyrand, a fim de estreitar os laços entre metrópole e colônia, sugerindo-se inclusive a elevação da colônia à condição de reino unido a Portugal. O representante inglês também acabou concordando com a ideia, que resultou na efetiva criação do Reino Unido de Portugal, Brasil e Algarves em 16 de dezembro de 1815, instituição jurídica rapidamente reconhecida por outras nações.

No decorrer dos poucos anos de sua permanência no Brasil, D. João ordenou a criação de uma série de instituições, projetos e serviços que beneficiaram imensamente o país no âmbito econômico, administrativo, jurídico, científico, cultural, artístico e outros mais. Foi o responsável pela criação da Imprensa Régia, do Jardim Botânico, do Arsenal de Marinha, da Fábrica de Pólvora, da Marinha Mercante, da Casa dos Expostos. Também criou diversas aulas avulsas no Rio, Pernambuco, Bahia e outros lugares, tais como teologia, dogmática e moral; cálculo integral, mecânica, hidrodinâmica, química, aritmética, geometria; francês e inglês; botânica e agricultura, e várias mais. Fomentou a fundação de diversas sociedades e academias para estudos científicos, literários e artísticos, como a Junta Vacínica, a Real Sociedade Bahiense dos Homens de Letras, o Instituto Acadêmico das Ciências e das Belas-Artes, a Academia Fluminense das Ciências e Artes, a Escola Anatômica, Cirúrgica e Médica do Rio de Janeiro, a Real Academia de Artilharia, Fortificação e Desenho, a Academia dos Guardas-Marinhas, a Academia Militar, a Real Biblioteca, o Museu Real, o Teatro Real de São João, além de recrutar solistas de canto de fama internacional e patrocinar os músicos da Capela Real, onde se incluía o padre José Maurício, o maior compositor brasileiro de seu tempo, apoiando também a vinda da Missão Artística Francesa, que resultou na criação da Escola Real de Ciências, Artes e Ofícios, antecessora da Academia Imperial de Belas Artes, de fundamental importância para a renovação do ensino e produção de arte no Brasil.

Na economia D. João determinou mudanças de largo alcance, iniciando a partir da abertura dos portos e da abolição do monopólio comercial dos portugueses, tendo a Inglaterra como a grande beneficiada. Se por um lado os comerciantes instalados no Brasil tiveram de enfrentar poderosa concorrência estrangeira, por outro se fomentou a criação de novas manufaturas e outras atividades econômicas que antes eram proibidas, precárias ou inexistentes no Brasil. Ao mesmo tempo, iam-se instalando diversos órgãos administrativos de alto escalão, como os ministérios da Guerra e Estrangeiros e o da Marinha e Ultramar; os Conselhos do Estado e o da Fazenda, o Conselho Supremo Militar, o Arquivo Militar, as Mesas de Desembargo do Paço e da Consciência e Ordens, a Casa de Suplicação, a Intendência Geral da Polícia, o Banco do Brasil a Real Junta do Comércio, Agricultura, Fábricas e Navegação, e a Administração Geral dos Correios, além de passar a absorver brasileiros nos quadros administrativos e funcionais, contribuindo para diminuir as tensões entre os nativos e os portugueses. Também incentivou a produção agrícola, especialmente do algodão, arroz e cana-de-açúcar; abriu estradas e estimulou a navegação fluvial, dinamizando a circulação de pessoas, bens e produtos entre as regiões.

FONTES:

  1. Lobo Neto, Francisco José da Silveira. "D. João VI e a educação brasileira: alguns documentos". In: Trabalho Necessário, ano 6, nº 6, 2008, s/p.
  2. Mota, Carlos Guilherme. Viagem incompleta: a experiência brasileira. A grande transação. Senac, 2000, pp. 453-454
  3. Fernandes, Cláudia Alves & Fernandes Junior, Ricardo de Oliveira. "D. João VI: arquiteto da emancipação brasileira". In: XXII Simpósio de História do Vale do Paraíba, Associação Educacional Dom Bosco, Resende, de 15 a 17 de agosto de 2008. pp. 36-38
  4. Oliveira, Anelise Martinelli Borges. "Dom João VI no Rio de Janeiro: preparando o novo cenário". In: Revista História em Reflexão: Vol. 2 n. 4 – UFGD - Dourados jul/dez 2008
  5. Lima, Carollina Carvalho Ramos de. "Viajantes estrangeiros na corte de Dom João". In: Anais do II Fórum de Artigos Multidisciplinares, Uni-FACEF Centro Universitário de Franca, 05 a 09 de maio de 2008, s/p.
  6. Carvalho, Marieta Pinheiro de. D. João VI: perfil do rei nos trópicos. Rede Virtual da Memória Brasileira. Fundação Biblioteca Nacional, 2008
  7. Caiena: mapa do comércio. O Arquivo Nacional e a História Luso-Brasileira, 26/11/2004
  8. Bandeira, Moniz. Casa da Torre de Garcia d'Avila. Editora Record, 2000, pp. 423-425
  9. Loyola, Leandro. "A nova história de Dom João VI". In: Revista Época, nº 506, 30/01/2008



A VINDA PARA O BRASIL

Embarque para o Brasil no porto de Belém. 
Gravura de Francisco Bartolozzi a partir de óleo de Nicolas Delariva.

O plano de transferência da Família Real e da corte de nobres portugueses para o Brasil, refúgio seguro para a soberania portuguesa quando a resistência militar a um invasor fosse inútil na metrópole, já havia sido anteriormente cogitado:


  1. durante a crise de sucessão de 1580, ante o avanço dos tercios do duque de Alba, o D. António I teria sido aconselhado a buscar um refúgio além-Atlântico
  2. no contexto da Restauração da independência (1640), quando a França abandonou Portugal no Congresso de Münster (1648), o padre António Vieira apontou ideia semelhante a D. João IV, associando-a ao vaticínio da fundação do Quinto Império;
  3. Posteriormente, embora sem ameaça militar iminente, o diplomata Luís da Cunha defendeu a ideia de se transferir para o Brasil a sede da monarquia portuguesa;
  4. A ideia principiou a ser colocada em prática quando da invasão de Portugal por tropas espanholas, no contexto do chamado Pacto de Família, tendo o marquês de Pombal chegado a ordenar o apresto de uma esquadra que transportaria D. José I, a Família Real e a corte. À época, Pombal considerava alguns exemplos estrangeiros, como a recomendação de Sébastien Le Prestre de Vauban ao futuro Filipe V de Espanha para que se refugiasse na América, e nomeadamente o precedente da Imperatriz Maria Teresa de Áustria que se dispusera a descer o rio Danúbio, caso a sua Corte em Viena viesse a correr perigo.
  5. No início do século XIX, no contexto internacional criado pela ascensão do Império de Napoleão Bonaparte, a ideia da retirada da Família Real para o Brasil voltou à tona, tendo sido defendida pelo marquês de Alorna em 30 de maio de 1801 e, novamente, em 16 de agosto de 1803, por D. Rodrigo de Sousa Coutinho.
  6. A ideia de uma transferência para o Brasil, ressurgindo como um meio de reforço à segurança nacional, sobretudo em contextos de ameaça iminente à soberania de Portugal, foi apresentada como uma via necessária ao cumprimento de um projeto messiânico, como em António Vieira, ou como um meio para redefinir as relações de forças no "equilíbrio europeu" pós-Vestfália, como o marquês de Alorna, Luís da Cunha e o conde de Linhares.
O plano de Napoleão era o de aprisionar a Família Real portuguesa, sucedendo ao Príncipe-regente Dom João de Bragança (futuro Rei Dom João VI), o que veio a suceder a Fernando VII de Espanha - forçar uma abdicação. Teria Portugal um Bonaparte no trono e, paralelamente, a Inglaterra apossar-se-ia das colônias do império ultramarino português, sobretudo a colônia do Brasil.

Nas Côrtes portuguesas, haviam os que defendiam a saída imediata da Família Real para o Brasil e outros que queriam tentar a guerra e, só se as armas falhassem, se pensaria na transferência da Côrte. Pensaram em mandar apenas os herdeiros, mas a ideia geral da transferência da Corte para o Brasil já ficara resolvida na convenção secreta subscrita em Londres, em 22 de outubro de 1807, e que veio a ser ratificada em Lisboa no dia 8 de novembro. Pela mesma altura, chegava a Lisboa a notícia da prisão, em Espanha, do príncipe herdeiro do trono (Príncipe das Astúrias), e de que tropas espanholas e francesas se estavam a dirigir para a fronteira portuguesa. Confirmavam-se os propósitos de Napoleão em relação a Portugal e a Espanha; tinham fundamento as advertências do rei da Grã-Bretanha e as do chamado "partido inglês" no Conselho de Estado. Não havia alternativa à retirada de toda a Família Real e do governo do Reino para o Rio de Janeiro.

O príncipe regente apenas no dia 23 de novembro recebeu a notícia da penetração de tropas francesas em território português. Convocou imediatamente o Conselho de Estado, que decidiu embarcar o quanto antes toda a Família Real e o Governo, servindo-se da esquadra que estava pronta para o Príncipe da Beira e as infantas. Nos três dias seguintes ainda se aprontaram outros navios, que viriam a transportar para o Brasil cerca de quinze mil pessoas. Em 26, foi nomeada uma Junta Governativa do Reino para permanecer em Portugal, e difundidas Instruções aos Governadores, nas quais se dizia que "quanto possível for", deviam procurar conservar em paz o Reino, recebendo bem as tropas do Imperador. 

"(...) Vejo que pelo interior do meu reino marcham tropas do imperador dos franceses e rei da Itália, a quem eu me havia unido no continente, na persuasão de não ser mais inquietado (...) e querendo evitar as funestas consequências que se podem seguir de uma defesa, que seria mais nociva que proveitosa, servindo só de derramar sangue em prejuízo da humanidade, (...) tenho resolvido, em benefício dos mesmos meus vassalos, passar com a rainha minha senhora e mãe, e com toda a real família, para os estados da América, e estabelecer-me na Cidade do Rio de Janeiro até à paz geral."

Junot, no seu "Diário", manuscrito na Biblioteca Nacional da Ajuda, revela quanto os franceses receavam aquele embarque. Ao ser informado que este estava já em execução, e não podendo voar sobre o Ribatejo até Lisboa com as suas tropas, ainda enviou Hermann a Lisboa com a missão de o atrasar ou impedir. "Mr. Hermann ne put voir ni le Prince ni Mr. D. Araujo; celui-ci seulement lui dit que tout était perdu" ("O Sr. Hermann não pôde ver nem o Príncipe nem o sr. D. Araujo; este apenas lhe disse que tudo estava perdido"), escreveria depois Junot a Bonaparte. Para Araújo, para o "partido francês", o mais importante estava na verdade perdido - não era mais possível aos franceses aprisionarem o príncipe-regente de Portugal.

Alegoria da chegada de D. João ao Brasil

Após a partida, os navios da esquadra portuguesa, escoltados pelos ingleses, dispersaram-se devida a uma forte tempestade. Em 5 de dezembro conseguiram se reagrupar e logo depois, em 11 de dezembro, a frota avistou a ilha da Madeira. As embarcações chegaram à costa da Bahia a 18 de janeiro de 1808 e, no dia 22, os habitantes de Salvador já puderam avistar os navios da esquadra. Às quatro horas da tarde do dia 22, após os navios estarem fundeados, o conde da Ponte (governador da capitania da Bahia à época) foi a bordo do navio Príncipe Real. No dia seguinte, fizeram o mesmo os membros da Câmara. A comitiva real só desembarcou às cinco horas da tarde do dia 24, em uma grande solenidade. Em Salvador foi assinado o Decreto de Abertura dos Portos às Nações Amigas.
A esquadra partiu de Salvador rumo ao Rio de Janeiro, onde chegou no dia 8 de março de 1808, desembarcando no cais do Largo do Paço (atual Praça XV de Novembro). Os membros da Família Real foram alojados em três prédios no centro da cidade, entre eles o paço do vice-rei Marcos de Noronha e Brito, conde dos Arcos, e o convento das Carmelitas. Os demais agregados espalharam-se pela cidade. Em outra medida tomada logo após a chegada da corte ao Brasil, declarou-se guerra à França, e foi ocupada a Guiana Francesa em 1809. Em abril de 1808, o Príncipe Regente decretou a suspensão do alvará de 1785, que proibia a criação de indústrias no Brasil. Ficavam, assim, autorizadas as atividades em território colonial. A medida permitiu a instalação, em 1811, de duas fábricas de ferro, em São Paulo e em Minas Gerais. Findava o pacto colonial.

Entre as mudanças que ocorreram com a Família Real, destacam-se as nove principais:
  1. a abertura dos portos às nações amigas em 1808;
  2. a criação da Imprensa Régia e a autorização para o funcionamento de tipografias e a publicação de jornais em 1808;
  3. a fundação do primeiro Banco do Brasil, em 1808;
  4. a criação da Academia Real Militar (1810);
  5. a abertura de escolas, entre as quais duas de Medicina;
  6. a instalação de uma fábrica de pólvora e de indústrias de ferro em MG e SP;
  7. a vinda da Missão Artística Francesa em 1816, e a fundação da Academia de Belas Artes;
  8. a mudança de denominação das unidades territoriais, que deixaram de se chamar "capitanias" e passaram a denominar-se de "províncias" (1821);
  9. a criação da Biblioteca Real (1810), do Jardim Botânico (1811) e do Museu Real (1818).
Ao evitar-se que a Família Real portuguesa fosse aprisionada em Lisboa pelas tropas francesas, inviabilizou-se o projeto de Napoleão para a península Ibérica, que consistia em estabelecer nela famílias reais da sua própria família, como ainda se tentou em Espanha com a deposição de Fernando VII e Carlos IV, colocando no trono José Bonaparte. A revelação da correspondência secreta de Junot e de Napoleão, bem como os textos dos Tratados secretos de Tilsit, não deixam margem para quaisquer dúvidas a este respeito. 

"Somente três inimigos me derrotaram, a armada inglesa, o inverno russo e o Príncipe Regente de Portugal"
- Napoleão Bonaparte em "Memórias de Santa Helena".

FONTES:
    1. FAORO, Raimundo. Os donos do poder. São Paulo: Globo, 1991.
    2. GOMES, Laurentino. 1808: Como uma rainha louca, um príncipe medroso e uma corte corrupta enganaram Napoleão e mudaram a História de Portugal e do Brasil. São Paulo: Ed. Planeta, 2008.
    3. OLIVEIRA, Cecília Helena de S.. A independência e a construção do império. São Paulo: Atual, 1995.
    4. OLIVEIRA LIMA, Manuel de. D. João VI no Brasil (2ª ed.). Rio de Janeiro: José Olympio, 1945.
    5. SEPÚLVEDA, Cristóvão A. M.. História Orgânica e Política do Exército Português - Provas, volume XVII, Invasão de Junot em Portugal. Coimbra: Imprensa da Universidade, 1932.
    6. SARDINHA, António. Ao Ritmo da Ampulheta (2ª ed.). Lisboa: Biblioteca do Pensamento Político, 1978. p. 246-256.
    7. WILCKEN, Patrick. Império à Deriva. A corte Portuguesa no Rio de Janeiro 1808-1821. Rio de Janeiro: Objetiva, 2005.